jueves, 17 de octubre de 2013

Falleció el Socio Numero 1 de Boca

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, un homenaje a Miguel Claparols, socio número 1 del Xeneize. Cuando murió Mercedes Sosa me sentí realmente mal. Nunca la había podido ver, menos conocer. Solo una foto de chico, pero que no contaba. No entendía, más allá de que me gustara su voz, y todo lo que significa “La Negra”, porque me sentía tan solo y tan mal. Con el tiempo me di cuenta que esa soledad era por la ausencia de alguien que mantenía vivo las raíces… Hoy amanecí con un mensaje de un bostero riojano, que me decía de la muerte de Miguel Claparols. Al rato me puse a pensar, que todos los medios que veía, no escribían más de tres párrafos. Claro, él no vende como tantos, hablando a las claras qué es lo que importa de un tiempo a esta parte. Los mismos que se quejan de la crisis de las instituciones, no dan más lugar a quien fue una institución en sí mismo. La soledad se sienta a mi lado para escribirle a él. A Miguel, el socio nº 1 de Boca. ¡Cuánta envidia viejito lindo! Fuiste la historia hecha carne, la gloria con arrugas, un abanderado del azul y oro. Un tipo que las vivió y vio todas. El que nos tiene que hacer pensar de ahora en más que es lo que queremos, y a quien le decimos hermano en nuestra casa/cancha. Nacido en el frío julio de 1909, volvió a nacer a los tres años cuando su abuelo lo llevó al club. Allí hizo homenaje a la palabra xeneize, por su madre genovesa, motivo de sobra para hacerse hincha de Boca. A sus diez años festejó el primer título de Boca, que fue el primero del Club. Ese Torneo amateur de 1919, que se transformó en la primera estrella del escudo, la que está más arriba de todas del lado izquierdo. Y en su lado izquierdo, el corazón bostero que lo hizo vibrar siempre. Boca fue motor de su vida, agradeciéndole que él haya sido uno de los tantos motores para que Boca arrancara y siguiera el curso de la historia, hasta que hace unas horas dijo basta. Se murió de viejo dirá alguno, pero para mejor, se murió de vida. Porque si es como dicen: que la muerte es una vida vivida, él la hizo mejor que nadie. Un poco de envidia le tengo no voy a negar. Desde el primer título hasta la última Copa Argentina, él vio, sufrió y festejó de todo. Desde el no descenso en el ’49, pasando por la final contra River en el ’76, hasta la gira del ’25 por Europa. Es decir, él estuvo antes que la 12. Y no la que conocemos hoy, si no la original y la única. La que no era una barra, la que nos incluía a todos los bosteros. Él pudo gritar goles y aplaudir jugadas de Rojitas, Boyé, Sarlanga, Benítez Cáceres, “Pancho” Varallo, Cherro, Palermo, Guille, Román… agarrarse el corazón cada vez que Gatti, Musimessi, Roma, o Córdoba atajaban una pelota, o simplemente ver su carnet con el nº1 y festejar. Porque saberse el primero no es un dato menor. Pero sobre todo, saberse el primero en eso de ser alguien que acompaña y está en todas. El que vio al tipo del que lleva el nombre la tribuna de La Doce. Y vio cómo se iba haciendo de a poco la casa nuestra. Uno se pone a escribirle y no sabe cómo hacerlo. Porque de pronto llega la bronca de saber que va a ser protagonista en el día de su muerte. A él nadie le pidió fotos en la cancha. Y es lo que deberíamos haber hecho todos nosotros, que muchas veces somos hinchas de la hinchada. Y no dar protagonismo a los que lucran con Boca, y ven en eso que nosotros depositamos energías, pasiones, dolores y años de vida, un negocio. Miguel se fue no porque el motor de su vida no diera más, si no el de su cuerpo. Nos deja a todos un vacío, una soledad inquietante. Porque él conocía las raíces y las defendía. Es lo que uno trata de hacer desde este pequeño gran lugar. Y ante tanta desolación, ¿quién nos va a salvar de los que vienen, de los tristes, de los que venden, de los que lucran, de los que gritan, de los que no cantan? De los que secan las raíces, sean dirigentes o hinchas. De los que creen que la historia empezó en los ’90, cuando allí empezó el vacío cultural, institucional, de identidad. Se fue Miguel Claparols, y no solo dejó su carnet de plástico. Dejó la llama viva de quienes queremos defender el Boca que el vio. Dejo el recuerdo imborrable en su familia, y el legado en la que se pinta de azul y oro. Dejó la memoria, para que nunca olvidemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Dejó el mundo, pero su alma siempre va a estar domingo tras domingo en su lugar en la cancha. Permítanme pensar que eso, nos puede salvar. Que sana envidia, viejito lindo. Viste todos los títulos de Boca... Viste la historia de mi vida y no te puede preguntar nada. No te pude conocer. Te prometo buscarte donde estés cuando me llegue la hora, para ponernos al día, y ser yo quien tenga que contarte más gloria. Abrazo de gol bostero, donde quiera que estés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario